¿Cómo se decide un nuevo camino cuando se termina
el que pisabas? En los últimos
cuatro años, he llorado, he sufrido y he lamentado muchas cosas. Pero siempre
he tenido el respaldo detrás de saber que tenía un sitio adonde ir. Un sitio al
que volver, una segunda casa, unos compañeros, unos profesores, unas paredes
que siempre me iban a acoger.
Durante los últimos cuatro años en la Universidad me he sentido como en casa. Siempre ha sido mi vía de escape a la realidad. Siempre, siempre he sentido que ese era mi lugar, mi sitio, que era donde debía estar y he dado las gracias todos los días por haber acertado en esa decisión que, en su momento, fue la más importante de mi vida. Haber apostado por lo que me salía del corazón y no de la cabeza fue la mejor decisión que pude tomar. Y siempre he agradecido que cada día pudiera pisar aquel suelo y disfrutar de aquellas vistas desde las escaleras más seguras que he pisado y, posiblemente, las que más secretos, confesiones, angustias, risas, besos y recuerdos guardan bajo nuestros pies; con las vistas de mi ciudad al frente, sintiéndome todo lo grande que podía llegar a ser. Desde ahí creía poder conseguirlo todo. Sin límites.
Y estoy, lo que se dice, a la deriva. Siento un vacío muy extraño
dentro de mi, ese que me invade siempre que dejo marchar algo que sé pronto
echaré de menos. En mi último día en la universidad la sensación era
de desapego. Me despegaba de ella. Cada vez más lejos todo eso a lo que
pertenecía, que había sido parte innata de mí durante cuatro años, que me
protegía, que me hacía sentir bien; todo se estaba desmoronando. Sabía que
aquel lugar ya dejaría de ser mi refugio, que esas paredes no me iban a
proteger más, que ese lugar dejaba de ser mi segunda casa. Que mi zona de
confort tendría que estar, a partir de ahora, en otro sitio. Dónde, no lo sé.
Quizá ahora sea el momento de buscarlo. De encontrar otro confort, otra vida,
de cerrar etapas. Los cambios siempre son difíciles y, a veces, incluso duelen. Pero este cambio mereció la pena en su momento y sé que el siguiente
también lo hará.
Me llevo
conmigo los cuatro mejores años de mi vida. Cuatro años en los que he
crecido. Los cuatro años en los que más he aprendido, de mi profesión y de la
vida. En la Universidad he hecho muchas cosas pero, sobre todo, he madurado. He
crecido como persona y como profesional.Y estoy
orgullosa. Estoy orgullosa porque miro hacia atrás y veo que mi camino
recorrido en la vida me saca una sonrisa, que siempre he hecho lo que quería
hacer, y una sensación de satisfacción me invade. Volvería a repetirlo una y
mil veces más. Me siento realizada y esa es la mejor sensación que alguien
puede tener. Por pequeño que sea lo que hayas conseguido, sentir que es lo que
tu interior te dice que tenía que ser, que está bien, y que esa experiencia se
guardará como una de las vivencias más bonitas que vivirás jamás, es una
sensación maravillosa.
Como maravillosa es la vida que nos queda por vivir.
Como maravillosa es la vida que nos queda por vivir.
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